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Thriller contado por el propio Michael Jackson

Al mirar atrás puedo ver toda la trama y descubrir de qué manera Off The Wall me preparó para el trabajo que haríamos en el álbum que se titularía «Thriller». Quincy, Rod Temperton y muchos de los músicos que intervinieron en Off The Wall me ayudarían a hacer realidad un sueño que yo tenía desde hacía mucho tiempo. Off The Wall había vendido casi seis millones de ejemplares en este país, pero yo quería hacer un álbum que fuera todavía mejor. Desde niño, yo soñaba con realizar el disco más vendido de todos los tiempos. Recuerdo que, de pequeño, cuando iba a nadar, antes de zambullirme en la piscina, formulaba un deseo. Recuerden que yo crecí conociendo la industria, conociendo los objetivos, entre personas que me decían lo que era posible y lo que no lo era. Yo quería hacer algo especial. Yo extendía los brazos como si proyectara mis pensamientos al espacio. Formulaba mi deseo y me echaba al agua. Me decía: «Éste es mi sueño, éste es mi deseo» y me zambullía. Yo creo en los deseos y en la capacidad de la persona para realizarlos. De verdad, creo. Por la tarde, antes de que el sol desapareciera por el horizonte, yo formulaba mentalmente mi deseo secreto. Era como si el sol hubiera de llevárselo consigo. Yo lo formulaba antes de que desapareciera el último brillo. Y un deseo es algo más que un simple deseo; es un objetivo. Es algo que tu entendimiento y tu subconsciente pueden ayudarte a hacer realidad.

Recuerdo que un día, mientras trabajábamos en «Thriller», yo estaba en el estudio con Quincy y Rod Temperton, jugando en una máquina de billar, y uno de ellos me preguntó:

-Si este álbum no funcionara tan bien como Off The Wall, ¿te sentirías muy desilusionado?

Recuerdo que aquello me molestó; me dolía que se planteara siquiera la pregunta. Yo les dije que «Thriller» tenía que funcionar mejor que Off The Wall. Admití que deseaba que este álbum batiera todas las marcas.

Ellos se rieron. Al parecer, era un deseo poco realista.

Mientras grabábamos «Thriller», a veces yo actuaba con mucha vehemencia o me enfadaba porque no conseguía que los que trabajaban conmigo vieran las cosas como las veía yo. Eso todavía me ocurre a veces. Con frecuencia, la gente no ve lo que yo veo. Dudan mucho. Y cuando uno duda de sí mismo es imposible que rinda al máximo. Si tú no crees en ti mismo, ¿quién va a creer? Conseguir lo mismo que la última vez no basta. Yo lo considero mentalidad de «hago lo que buenamente puedo». No hay entrega, no hay afán de superación. Eso no me va.

Yo creo que tenemos fuerza, pero no usamos la mente a pleno rendimiento. Tu mente es lo bastante fuerte para ayudarte a alcanzar cuanto tú te propongas. Yo sabía lo que nosotros podíamos hacer con aquel disco. Teníamos un gran equipo, mucho talento y buenas ideas; sabía que podíamos conseguirlo todo. El éxito de «Thriller» hizo realidad muchos de mis sueños. Se convirtió, en efecto, en el álbum más vendido de todos los tiempos, y así se consignó en la portada del Libro Guinnes de Récords Mundiales.

Hacer el álbum «Thriller» costó mucho esfuerzo, pero lo cierto es que de las cosas obtienes en la misma proporción de lo que has invertido en ellas. Yo soy perfeccionista; yo trabajo hasta el agotamiento. Y en ese álbum trabajé. Nos ayudó mucho que, durante aquellas sesiones, Quincy mostrara gran confianza en lo que hacíamos. Supongo que durante nuestro trabajo en Off The Wall yo le había demostrado de lo que soy capaz. Mientras hacíamos aquel álbum, él escuchaba lo que yo tenía que decir y me ayudaba a alcanzar lo que yo pretendía; pero, durante la grabación de «Thriller», me demostró todavía más fe. Él comprendió que yo tenía la suficiente confianza y experiencia para hacer el disco y, por esta razón, a veces no estaba en el estudio con nosotros. En realidad, yo tengo mucha confianza en mí mismo cuando se trata de mi trabajo. Cuando me lanzo a un proyecto es porque creo en él al cien por cien. Realmente, pongo toda mi alma en él. Moriría por él. Soy así.

Quincy es fenomenal cuando se trata de equilibrar un álbum, de establecer la justa proporción entre números rápidos y números lentos. Con Rod Temperton, empezamos a trabajar en las canciones para el álbum «Thriller», que en un principio tenía que llamarse «Starlight». Yo escribía canciones mientras Quincy escuchaba las de otros, en busca de las más adecuadas para el álbum. Él sabe muy bien lo que me gusta y lo que me va. Los dos tenemos la misma filosofía acerca de la producción de álbumes; no creemos en caras B ni en «canciones de álbum». Cada canción tiene que poder justificar un single y eso es lo que siempre intentamos conseguir.

Yo había terminado varias canciones, pero no se las di a Quincy hasta que vi lo que él tenía de otros autores. La primera canción mía era «Starting Something», que había escrito cuando grabábamos Off The Wall pero no llegué a dársela a Quincy para aquel álbum. A veces tengo escrita una canción que me gusta de verdad, pero no me decido a presentarla. Mientras grabábamos «Thriller» me reservé incluso Beat It durante mucho tiempo, antes de tocarla para Quincy. Él no hacía más que decirme que necesitábamos un gran número de rock para el álbum. Me decía:

-Venga, ¿dónde está? Sé que la tienes. -Mis canciones me gustan, pero al principio me cuesta interpretarlas para los demás porque tengo miedo de que no les gusten y ésa es una experiencia desagradable.

Por fin me convenció de que le dejara escuchar lo que tenía. Yo saqué Beat It y la toqué para él, y él se volvió loco. Me sentí en las nubes.

Cuando íbamos a empezar a trabajar en «Thriller», yo llamé a Paul McCartney a Londres y esta vez le dije:

-Vamos a trabajar juntos y a escribir varios éxitos. -De nuestra colaboración resultó Say Say Say y The Girl Is Mine.

Finalmente, Quincy y yo elegimos The Girl Is Mine para el primer sencillo de «Thriller». La elección era indiscutible. Realmente, no teníamos más remedio. Cuando hay dos nombres tan fuertes juntos en una canción, tiene que salir la primera, antes de que se desgaste por exceso de exposición. Teníamos que sacarla de en medio.

Al dirigirme a Paul, yo quería devolverle el favor que él me había hecho al contribuir con «Girlfriend» en Off The Wall. Yo escribí The Girl Is Mine, que yo sabía que era apropiada para su voz y la mía juntas, y también trabajamos en Say Say Say, que acabaríamos después con George Martin, el gran productor de los Beatles.

Say Say Say tuvo dos autores, Paul, un hombre que sabía tocar todos los instrumentos del estudio y cantar todas las partituras, y un muchacho, yo, que no hacía nada de eso. No obstante, trabajamos juntos como iguales y nos divertimos. Paul nunca tuvo que apoyarme en aquel estudio. La colaboración fue también un paso adelante para mí por lo que se refiere a la confianza, porque no tenía al lado a un Quincy Jones que me vigilaba para enmendar mis, faltas. Paul y yo teníamos la misma idea de cómo debe funcionar una canción pop y fue estupendo trabajar con él. Creo que desde la muerte de John Lennon él ha tenido que satisfacer unas exigencias que la gente no tiene derecho a hacerle; porque Paul McCartney ha dado mucho a esta industria y a sus fans.

Al final, yo compraría el catálogo ATV de ediciones musicales que incluía muchas de las grandes canciones Lennon-McCartney. Pero mucha gente no sabe que fue Paul quien me dio la idea de entrar en la edición musical. Yo estaba en la casa de campo de Paul y Linda cuando Paul me habló de sus actividades en la edición de música. Me dio un librito con las iniciales MPL en la tapa. Él me miraba sonriendo cuando lo abrí, porque sabía que su contenido iba a entusiasmarme. Allí había una lista de todas las canciones que Paul posee, pues llevaba mucho tiempo comprando derechos de canciones. Hasta entonces yo no había pensado en comprar canciones. Cuando salió a la venta el catálogo de ediciones musicales ATV que contiene muchas de las canciones Lennon-McCartney, yo decidí hacer una oferta.

Yo me considero un músico que, casualmente, es también un hombre de negocios y Paul y yo habíamos aprendido duramente lo que son los negocios y la importancia de las ediciones, de los royalties y la dignidad del oficio de escribir canciones. Este oficio debería ser considerado la savia de la música popular. El proceso creativo no entiende de horarios ni de contingentes; requiere inspiración y la voluntad de perseverar hasta el fin. Cuando una persona completamente desconocida para mí me demandó por The Girl Is Mine, yo no tuve inconveniente en invocar mi reputación; dije que muchas de mis ideas me vienen en sueños y esto a algunas personas les pareció una salida muy cómoda. No lo es. Nuestra industria está tan plagada de abogados que ser demandado por algo que no has hecho parece formar parte del proceso iniciático, como antes, ganar un concurso de aficionados.

Not My Lover fue un título que estuvimos a punto de usar en lugar de Billie Jean porque «Q» tenía cierto reparo en poner Billie Jean, que era mi título original, a la canción. Él pensaba que la gente lo asociaría con Billie Jean King, la tenista.

Muchas personas me han preguntado por aquella canción, y la respuesta es muy simple. Se trata de una chica que dice que yo soy el padre de su hijo y yo proclamo mi inocencia porque «el chico no es hijo mío».

En la vida real, no hubo una «Billie Jean» (salvo las que salieron después de aquella canción). La muchacha de la canción es un combinado de las personas que nos han perseguido durante años. Son cosas que han ocurrido a algunos de mis hermanos y, realmente, a mí me asombran. Yo no podía entender cómo estas chicas decían que llevaban el hijo de uno si no era verdad. No puedo imaginar que uno mienta en una cosa así. Aún hoy hay chicas que vienen a la verja de la casa y dicen las cosas más extravagantes, como: «Soy la mujer de Michael»; «He venido a dejar las llaves de nuestro apartamento» Recuerdo a una chica que nos sacaba de quicio. Realmente, pienso que ella estaba convencida de que habíamos nacido el uno para el otro. Otra pretendía que yo me había acostado con ella y nos amenazaba. Ha habido un par de peleas graves a las puertas de Hayvenhurst. Y es que pueden resultar peligrosas.

Hay gente que vocifera por el intercomunicador que Jesús les ha enviado a hablar conmigo, que Dios les ha mandado venir, cosas extrañas e inquietantes.

Un músico sabe distinguir el material del éxito. Tiene que sonar de un modo especial. Todo tiene que armonizar. Es algo que te produce una honda satisfacción y bienestar. Te enteras en cuanto lo oyes. Esto me pasó con «Billie Jean». Yo sabía que iba a ser algo grande mientras todavía lo estaba escribiendo. En verdad, era una canción que me absorbía. Un día, durante un descanso en una grabación, yo bajaba en el coche por la autopista de Ventura con Nelson Hayes, que por aquel entonces trabajaba conmigo. Yo iba pensando en «Billie Jean», que me martilleaba en la cabeza. Al salir de la autopista, se nos acercó un chico en una moto y nos dijo:

-Vuestro coche está ardiendo. -Entonces nos dimos cuenta del humo. Noos paramos y vimos que todos los bajos del «Rolls-Royce» estaban ardiendo. Probablemente, aquel chico nos salvó la vida. Si el coche llega a estallar, seguro que nos matamos. Pero yo estaba tan enfrascado en la música que me flotaba en la cabeza que no me di cuenta del peligro hasta después. Incluso mientras buscábamos ayuda y arreglábamos la manera de continuar el viaje, yo, en mi interior, seguía componiendo; hasta tal punto me hallaba absorto en «Billie Jean»...

Antes de escribir Beat It, yo había pensado que quería componer el tipo de canción de rock que a mí me gustaría salir a comprar, pero también algo diferente por completo de la música rock que por aquel entonces yo escuchaba en los 40. Beat It fue escrita pensando en los niños del colegio. Siempre me ha gustado componer cosas que tengan atractivo para los niños. Es divertido escribir para ellos y saber lo que les gusta, porque constituyen un público muy exigente. A ellos no puedes engañarles. Todavía son el público más importante para mi, porque me interesan de verdad. Si a ellos les gusta, es un éxito, digan lo que digan las listas.

La letra de Beat It dice lo que yo haría si estuviera en apuros. Su mensaje -que debemos aborrecer la violencia- es algo en lo que yo creo profundamente. Dice a los chicos que sean listos y se eviten disgustos. No quiero decir que haya que poner la otra mejilla cuando alguien te está pateando la boca; pero, a no ser que tengas la espalda contra la pared y no haya mas remedio, lo mejor es marcharse antes de que estalle la violencia. Si peleas y te matan, no habrás ganado nada y lo habrás perdido todo. Quien saldrá perdiendo serás tú, y también los que te quieren. Esto es lo que Beat It pretende decir. Para mí, el verdadero valor está en zanjar diferencias sin pelear y en saber hacer posible esta solución.

Cuando «Q» llamó a Eddie van Halen, éste pensó que se trataba de una broma. La línea estaba mal, y Eddie estaba convencido de que la voz que sonaba al otro extremo del hilo era falsa. Después de que le mandaran a paseo, «Q», sencillamente, volvió a marcar. Eddie accedió a tocar para nosotros y nos dio para Beat It un solo de guitarra increíble.

Los miembros más nuevos de nuestro equipo eran el conjunto Toto, que tenía los éxitos Rosanna y Africa. Antes de formar grupo, todos eran ya famosos como músicos a nivel individual. Tenían mucha experiencia y conocían los dos aspectos del trabajo del estudio, cuándo hay que ser independiente y cuándo es preciso cooperar y seguir las instrucciones del productor. Steve Porcaro había trabajado en Off The Wall durante un período de descanso de su trabajo en los teclados de Toto. Esta vez trajo consigo a sus compañeros. Los buenos aficionados saben que David Paich, el director del conjunto, es hijo de Marty Paich, que trabajó en grandes discos de Ray Charles como I Can't Stop Loving You.

A mí me gusta Pretty Young Thing que fue escrita por Quincy y James Ingram. Dont Stop Till You Get Enough me había abierto el apetito por la introducción recitada, en parte porque no pensaba que mi voz hablada fuera algo que tuviera que disimularse con el canto. Siempre he tenido voz suave. No la he educado ni la he modificado químicamente: soy yo, les guste o no. Imagina lo que tiene que ser que le critiquen a uno por algo que es natural y un don de Dios. Imagina lo que duele que los periódicos propaguen mentiras, que la gente se pregunte si dices la verdad, que tengas que defenderte porque a alguien le parezca que eso vende periódicos, y desmentir un bulo, dándoles con ello otra noticia. Yo he tratado de no contestar a estas afirmaciones ridículas en el pasado porque e o supone concederles más importancia de la que merecen, a ellas y a la gente que las hace. No hay que olvidar que la Prensa es un negocio: los periódicos y las revistas trabajan por dinero, a veces, a expensas de la exactitud, de la justicia y hasta de la verdad.
Desde luego, en la introducción de Pretty Young Thing mi voz sonaba más firme que en el último álbum. Me gustaba la letra. Palabras como tenderoni y sugarfly eran divertidas, palabras estilo rock and roll, de las que no vienen en el diccionario. Me llevé al estudio a Janet y a Latoya para este número, y ellas pusieron el apoyo vocal «real». James Ingram y yo programamos un aparato electrónico llamado «Vocoder» que producía la voz de E.T.

Human Nature era la canción que los chicos de Toto llevaron a «Q», y él y yo convinimos en que tenía la melodía más bonita que habíamos oído en mucho tiempo, incluso más que África. Es música con alas. La gente me preguntaba por la letra: Why does he do me that way... I like loving this way... (Porqué me lo hace de ese modo... Me gusta amar de esta manera...). La gente piensa que las letras que cantas tienen un significado personal especial para ti, lo cual muchas veces no es cierto. Es importante llegar a la gente, conmover. En ocasiones, lo consigues con el conjunto de arreglo melódico musical y letra; en otras, con el contenido intelectual de la letra.

Me preguntaban mucho por Muscles, la canción que yo escribí y produje para Diana Ross. Aquella canción me permitió realizar algo con lo que siempre había soñado: devolver alguno de los muchos favores que ella me había hecho. Yo siempre he querido mucho a Diana y ella ha sido un ídolo para mí. Muscles, por cierto, es el nombre de mi serpiente.

The Lady in My Life fue una de nuestras grabaciones más difíciles. Estábamos acostumbrados a hacer muchas tomas, a fin de conseguir un sonido vocal lo más perfecto posible, pero Quincy no estaba satisfecho con mi trabajo en aquella canción, ni aun después de docenas de tomas. Finalmente, ya muy avanzada una sesión, me llevó aparte y me dijo que tenía que mendigar. Eso dijo. Quería que volviera al estudio y, literalmente, mendigara. Así que volví a entrar en el estudio, les pedí que apagaran las luces y cerraran las cortinas entre el estudio y la cabina de control, para no sentirme cohibido. «Q» puso la cinta y yo mendigué. El resultado es lo que vosotros oís en los surcos.

Nuestra Compañía discográfica nos presionaba para que termináramos «Thriller». Cuando una Compañía discográfica presiona, es que presiona de verdad, y con «Thriller», desde luego, apretaban. Dijeron que tenía que estar terminado tal día, cumplir o morir.

Y empezó un período realmente duro, en el que nos partíamos la espalda para poder acabar en la fecha máxima. Hicimos una serie de concesiones en los arreglos de diferentes bandas, e incluso en las bandas que había que incluir en el disco. Tanto recortamos, que a punto estuvimos de asesinar el álbum.

Cuando por fin escuchamos las bandas que íbamos a entregar, «Thriller» sonaba de forma tan asquerosa que se me saltaban las lágrimas. Íbamos con tanto agobio porque, mientras tratábamos de terminar «Thriller», estábamos tabajando a destajo en The E.T. Storybook, que también tenía fecha máxima. Toda aquella gente andaba a la greña unos con otros, y tuvimos que reconocer la triste verdad de que los arreglos de «Thriller» no valían.

Nos quedamos en el estudio, el Westlake Studio de Hollywood, escuchando el álbum completo. Yo estaba deshecho.

Toda la emoción contenida se desbordó. Me enfadé y me marché de la sala. Dije a mi gente:

-No lo lanzamos. Llamad a CBS y decidles que no hay álbum. No lo lanzamos. Porque yo sabía que estaba mal. Si no nos hubiéramos parado a mirar lo que estábamos haciendo, el disco habría sido un desastre. Tal como estaba entonces, no habría tenido las críticas que tuvo. Y es que, como pudimos comprobar, con el arreglo puedes cargarte un gran álbum. Es como en el cine, en el que un mal montaje puede arruinar la mejor película. Tienes que tomarte tiempo. No hay que precipitarse.

Hubo voces y gritos en la casa de discos, pero al final fueron inteligentes y comprendieron. Ellos también lo sabían; sólo que yo fui el primero en decirlo. Por fin me di cuenta de que tenía que rehacerlo todo, o sea todos los arreglos del álbum.

Nos tomamos un par de días de descanso, respiramos hondo y dimos un paso atrás. Luego, pusimos manos a la obra, frescos y con los oídos limpios, y empezamos a hacer arreglos a razón de dos canciones a la semana. Cuando estuvo terminado -¡Bum!- fue la sensación. CBS también se dio cuenta de la diferencia. «Thriller» era un proyecto de peso.

Nos alegrarnos de terminarlo. Yo me sentía entusiasmado y estaba impaciente por lanzarlo. No hubo celebración, por lo menos, que yo recuerde. No fuimos a una discoteca ni cosa parecida. Sólo descansamos. De todos modos, lo que más me gusta es estar con las personas a las que aprecio. Es mi manera de celebrar.

Los tres vídeos que sacamos de «Thriller» -Billie Jean, Beat It y Thriller- ya estaban previstos cuando programé el álbum. Yo estaba decidido a presentar esta música de una forma lo más visual posible. Por aquel entonces, yo observaba lo que la gente hacía en vídeo, y no podía comprender por qué sacaban cosas tan primitivas y tan flojas. Yo veía a los chicos contemplar y aceptar vídeos aburridos porque no tenían alternativa. Mi objetivo es hacer las cosas lo mejor posible en cada campo. Entonces, ¿por qué trabajar tanto en un álbum y luego sacar una porquería de vídeo? Yo quería algo que pegara al televisor, algo que se tuviera que mirar una y otra vez. Desde el principio, la idea fue dar a la gente calidad. Yo quería ser pionero en este medio relativamente nuevo y hacer los mejores cortos musicales que pudiéramos. A mí ni siquiera me gusta llamarlos vídeos. En el plató, expliqué que íbamos a hacer una película y así me lo planteaba yo. Yo quería a los mejores de cada especialidad: el mejor fotógrafo, el mejor director y los mejores técnicos de iluminación que pudiéramos conseguir.

No grabábamos en cinta de vídeo sino que filmábamos en película de 35 milímetros. Ibamos en serio.

Para Billie Jean, el primer vídeo, entrevisté a varios directores, en busca de alguno que me pareciera realmente único. La mayoría no me proponía algo realmente original. Por otra parte, mientras yo trataba de realizar un proyecto en gran escala, la Compañía discográfica me ponía dificultades con el presupuesto. Así, pues, yo acabé por financiar Beat It y Thriller porque no quería discutir de dinero con nadie. En consecuencia, estas dos películas me pertenecen.

Billie Jean fue hecha con dinero de CBS -unos doscientos cincuenta mil dólares- por aquel entonces, mucho dinero para un vídeo; pero realmente era una gran satisfacción que tuvieran tanta confianza en mí. Steve Baron, que dirigió Billie Jean, tenía ideas muy originales, aunque al principio no estuvo de acuerdo en que hubiera baile. A mí me parecía que la gente quería ver baile. Fue fantástico bailar para el vídeo. Esa imagen congelada en la que yo me quedo parado sobre las puntas de los pies fue espontánea, al igual que la mayoría de los demás movimientos.

El vídeo de Billie Jean produjo un gran impacto en el público de MTV y tuvo un éxito enorme.

Beat It fue dirigida por Bob Giraldi que había hecho muchos anuncios. Recuerdo que cuando decidimos que Beat It fuera el siguiente sencillo que saliera de «Thriller», yo estaba en Inglaterra, y teníamos que elegir a un director para el vídeo.

Yo opinaba que Beat It debía ser interpretado de manera literal, tal como estaba escrito, una pandilla contra otra pandilla, en las calles sórdidas de una gran ciudad. Tenía que ser duro. De esto trataba Beat It.

Cuando regresé a Los Ángeles y vi los carretes de demostración de Bob Giraldi, comprendí que él era el director que yo necesitaba para Beat It. Me encantaba su forma de narrar una historia, de manera que estuve hablando con él sobre Beat It, discutimos las cosas, mis ideas y sus ideas, y así se creó. Jugamos con el argumento, modelándolo y esculpiéndolo.

Yo escribí Beat It pensando en las pandillas callejeras, de manera que reclutamos a algunas de las bandas más violentas de Los Ángeles y las pusimos a trabajar en el vídeo. Resultó una buena idea y una gran experiencia para mí. Teníamos en el plató a tipos duros, unos «duros» que no habían pasado por guardarropía. Los sujetos de la sala de billar de la primera escena eran auténticos, no eran actores. La escena era real.

Ahora bien, yo nunca había tratado a gente dura, y al principio aquellos chicos te imponían. Teníamos guardias de seguridad y estábamos preparados para lo que pudiera ocurrir. Pero no tardarnos en darnos cuenta de que no eran necesarias tantas precauciones, que en su trato con nosotros, los de las bandas se mostraban amables y serviciales. Durante los descansos, les dábamos comida y ellos limpiaban los restos y recogían las bandejas. Yo comprendí que eso de hacerse el duro es una forma de hacerse respetar. Desde el principio, lo que aquellos chicos querían era que se les prestara atención y se les respetara, y ahora nosotros íbamos a hacerles salir en televisión. Aquello les encantaba. «¡Eh, mírame, estoy aquí, soy alguien!» Yo creo que ésta es realmente la razón por la que muchas de las bandas hacen lo que hacen. Son rebeldes, pero rebeldes que exigen atención y respeto. Como todos nosotros, sólo quieren que se les vea, y yo les di esa oportunidad. Por lo menos durante unos días, eran estrellas.

Eran fantásticos conmigo: corteses, callados y deseosos de colaborar. Después de los números de baile, me felicitaban por mi trabajo y yo podía darme cuenta de que eran sinceros. Siempre estaban pidiendo autógrafos y con frecuencia se quedaban alrededor de mi remolque. Yo les daba todo lo que querían: fotografías, autógrafos, entradas para las galas de la gira Victory, todo. Se trataba de un grupo muy simpático.

La autenticidad del experimento se nota en la pantalla. El vídeo Beat It resultaba amenazador, y tú podías sentir las emociones de aquella gente. Sentías la experiencia de la calle y la realidad de su mundo. Miras Beat It y comprendes que esos chicos son duros. Se representaban a sí mismos y tú te dabas cuenta. No eran actores que hacían su papel; nada de eso. Eran ellos mismos, y el sentimiento que tú percibías era su espíritu.

Siempre me he preguntado si para ellos la canción tendría el mismo mensaje que para mí.

Cuando salió «Thriller», la Compañía discográfica pensó que vendería un par de millones de ejemplares. En general, las Compañías no suelen creer que el nuevo álbum vaya a funcionar mucho mejor que el anterior. Imaginan que la última vez, o tuviste suerte o la cifra que has vendido representa a todo tu público. Por lo general, sólo envían a las tiendas un par de millones de ejemplares, para cubrir las ventas, por si vuelves a tener suerte.

Así suelen ir las cosas. Pero yo quería que con «Thriller» cambiara su actitud.

Una de las personas que más me ayudaron en «Thriller» fue Frank Dileo. Cuando le conocí, Frank era vicepresidente de promoción de Epic. Junto con Ron Weisner y Fred DeMann, Frank era responsable de convertir en realidad lo que yo había soñado de «Thriller». Frank oyó por primera vez pasajes de «Thriller» en el Westlake Studio de Hollywood, donde se grabó la mayor parte del álbum. Fue con Freddie DeMann, uno de mis apoderados, y Quincy y yo tocamos Beat It y un poco de «Thriller», en el que todavía estábamos trabajando. Se mostraron impresionados y empezamos a hablar seriamente de la forma de lanzar el álbum a lo grande.

Frank realmente trabajó de firme y durante varios años fue mi mano derecha. Su gran conocimiento de la industria del disco resultó formidable. Por ejemplo, lanzamos Beat It en sencillo mientras Billie Jean era todavía el número uno. CBS puso el grito en el cielo: «Estáis locos. Esto acabará con Billie Jean.» Pero Frank les dijo que no se preocuparan, que las dos canciones serían Número Uno y que las dos estarían entre los Diez Primeros al mismo tiempo. Estuvieron.

En la primavera de 1983, era evidente que este álbum iba a pegar fuerte. Arrasaba. Cada vez que sacaban un single, las ventas del álbum subían y subían.

Luego, despegó el vídeo Beat It.

El 16 de mayo de 1983, yo interpreté Billie Jean en un programa de televisión en conmemoración del veinticinco aniversario de Motown. Casi cincuenta millones de personas vieron el programa. Después de aquello, cambiaron muchas cosas.

El espectáculo Motown 25 había sido grabado un mes antes, en abril. El título completo era Motown 25: Ayer, Hoy y Siempre, y tengo que reconocer que tuvieron que convencerme para hacerlo. Ahora me alegro de haberme dejado convencer, porque aquel espectáculo me deparó algunos de los momentos más felices y gratificantes de mi vida.

Como he dicho antes, al principio me negué. Me habían pedido que apareciera con los Jackson y que después hiciera un número de baile yo solo, pero ninguno de nosotros éramos ya artistas de Motown. Hubo largas discusiones entre mis representantes, Weisner y DeMann, y yo. Yo tenía presente lo mucho que Berry Gordy había hecho por mí y por el grupo, pero dije a mis representantes y a Motown que no quería salir en televisión. Mi actitud general hacia la televisión es bastante negativa. Por fin Berry vino a verme para hablar. Yo estaba montando Beat It en el estudio de Motown, y alguien debió de decirle que me encontraba en el edificio. Él bajó al estudio y estuvo hablándome mucho rato. Yo dije:

-De acuerdo, pero quiero hacer Billie Jean. -Sería la única canción de todo el programa no montada por Motown. Él me dijo que eso pensaba pedirme de todos modos. De manera que acordamos hacer una mezcla de los Jackson que incluiría a Jermaine. Todos estábamos muy ilusionados.

De manera que reuní a mis hermanos y les hice ensayar para el espectáculo. Les hice trabajar de firme, y era estupendo, casi como en los viejos tiempos de los «jackson 5». Les monté números de baile y les hice ensayar durante días en nuestra casa de Encino, grabando en vídeo todos los ensayos y pasándolos después. Jermaine y Marlon también colaboraban. Después nos fuimos a Motown de Pasadena a ensayar. Hicimos nuestro número y, aunque en el ensayo reservábamos energía y nunca nos entregábamos del todo, la gente que había venido a verlo aplaudía. Luego, yo ensayé mi Billie Jean. Me limité a caminar durante todo el número, porque no había tenido tiempo de preparar algo. Había estado muy ocupado ensayando con el grupo.

Al día siguiente, llamé a mi oficina y les dije:

-Haced el favor de buscarme un sombrero de espía, un flexible de ala ancha, como el que llevaría un agente secreto.

-Yo quería algo siniestro y especial, un sombrero realmente canalla. Todavía no tenía una idea muy clara de lo que haría con Billie Jean.

Durante las sesiones de ensayo de «Thriller», yo encontré una chaqueta negra y dije:

-Mira, cualquier día me la pondré para actuar. -Era perfecta y espectacular y me la puse para Motown 25.

Pero la noche anterior a la grabación, yo todavía no tenía idea de lo que haría en mi número en solitario. Bajé a la cocina de nuestra casa y puse Billie Jean. Fuerte. Estaba solo, era la víspera del espectáculo y prácticamente dejé que la canción me dictara lo que tenía que hacer. Dejé que el baile se creara solo. Le dejé que me hablara. Yo oí llegar el compás, cogí el sombrero y empecé a hacer poses y pasos, dejando que el ritmo de Billie Jean creara los movimientos. Me sentía impulsado a dejarme llevar. No podía evitarlo. Y eso, el poder «retirarte» y dejar que el baile fuera saliendo, era muy divertido.

También había ensayado pasos y movimientos, aunque casi toda la actuación fue improvisada. Yo ensayaba el «moonwalk», el paseo lunar, desde hacía tiempo, y entonces, en la cocina, comprendí que, por fin, en Motown 25, haría el «moonwalk» en público.

Por aquel entonces, el «moonwalk» ya estaba en la calle, pero yo lo acentué un poco. Había nacido como un paso de breakdance, un «popping» que los chicos negros habían creado bailando en las esquinas del ghetto. Los negros son unos bailarines realmente innovadores. Pura y simplemente, ellos crean muchos de los nuevos bailes. Yo dije: ésta es mi oportunidad de hacerlo. Y lo hice. Aquellos tres chicos me lo enseñaron. Ellos me dieron la base, y yo, después, ensayé mucho a solas. Lo había ensayado con otros pasos. Lo único que yo sabía con seguridad era que en Billie Jean yo andaría hacia atrás y hacia delante al mismo tiempo, como el que camina por la Luna.

El día de la grabación, Motown llevaba retraso. Era tarde. De manera que me marché y ensayé solo. Ya tenía mi sombrero de espía. Mis hermanos querían saber para qué era el sombrero, pero yo les dije que si querían enterarse tendrían que esperar. De todos modos, pedí un favor a Nelson Hayes.

-Nelson, después del número con mis hermanos, cuando se apaguen las luces, me pasas el sombrero. Yo estaré cerca del lateral, hablando al público, y entonces tú, con disimulo, me pones el sombrero en la mano.
Cuando mis hermanos y yo acabamos la actuación, me fui hacia el lateral del escenario y dije:

-Sois fantásticos. Quiero decir que ha sido como en los viejos tiempos, momentos mágicos con todos mis hermanos, incluido Jermaine. Pero lo que a mí me gusta de verdad -Nelson me pone el sombrero en la mano- son las nuevas canciones. -Doy media vuelta, agarro el sombrero y la emprendo con el ritmo heavy de Billie Jean. Yo me daba cuenta de que el público estaba gozando con mi actuación. Mis hermanos me dijeron que me miraban desde dentro con la boca abierta. Mis padres y mis hermanas estaban fuera, entre el público. Pero yo sólo me acuerdo de que al terminar abrí los ojos y vi aquel mar de gente de pie, aplaudiendo. Sentí muchas cosas a la vez. Yo sabía que lo había hecho lo mejor posible y me sentía contento, pero también un poco decepcionado. Yo quería dar unas vueltas, pararme sobre las puntas de los pies y quedarme quieto un momento. Pero no pude quedarme parado tanto como yo quería. Di las vueltas y acabé sobre la punta de un pie. Yo quería quedarme así, congelado, pero no me salió como había pensado.

Cuando salí del escenario la gente me felicitaba. Yo todavía estaba un poco decepcionado por lo de las vueltas. Me había concentrado tanto y soy tan perfeccionista. Al mismo tiempo, sabía que aquél era uno de los momentos más felices de mi vida. Sabía que, por primera vez, mis hermanos habían podido ver lo que hacía, cómo evolucionaba. Después de la actuación, todos me abrazaron y me besaron. Esto no lo habían hecho nunca y yo me alegré por todos nosotros. Fue fantástico que me besaran de aquel modo. ¡Me encantó! Quiero decir que nosotros nos abrazamos mucho. Toda la familia nos abrazamos, salvo mi padre. Él es el único que no reparte abrazos. Cada vez que nos vemos nos abrazamos. Pero aquella noche, cuando me besaban, me pareció que me bendecían.

Lo del baile todavía me mortificaba y no estuve satisfecho hasta que un niño subió al escenario. Tendría unos diez años y llevaba americana y corbata de lazo. Me miró con los ojos brillantes, muy quieto y me dijo:

-Chico, ¿quién te ha enseñado a bailar así?

Yo me reí y le dije:

-Cuestión de práctica, supongo. -El chico me miraba sin pestañear. Yo me fui y por primera vez aquella noche me sentí realmente satisfecho de lo que había hecho. Me dije: «Tengo que haber estado realmente bien, porque los niños son sinceros» Cuando aquel chico dijo lo que dijo, realmente me convencí de que había estado bien. Yo estaba tan conmovido por la experiencia, que me fui a casa y escribí todo lo ocurrido hasta la conversación con el niño.

Al día siguiente del espectáculo Motown 25, Fred Astaire me llamó por teléfono y me dijo textualmente:

-Te mueves como un diablo. Anoche, realmente les hiciste caer de culo. -Eso me dijo Fred Astaire. Yo le di las gracias. Entonces él dijo-:

Eres un bailarín furioso. Yo también. Yo hacía esas mismas cosas con el bastón.

Le había visto una o dos veces, pero era la primera vez que él me llamaba. Luego me dijo:

-Anoche vi el programa especial. Lo grabé y esta mañana he vuelto a verlo. Te mueves como un diablo. Era el mayor elogio que había recibido en mi vida y el único que había querido creer. Que Fred Astaire me dijera esto supuso para mí más que nada. Después, mi actuación fue nominada para un Emmy en categoría musical, pero se lo llevó Leontyne Price. No importó. Fred Astaire me había dicho cosas que yo nunca olvidaré, éste era mi premio. Después me invitó a su casa y me hizo más elogios, hasta que me sonrojé. Repasó toda mi actuación de Billie Jean paso a paso. Luego llegó el gran coreógrafo Hermes Pan, que había montado los bailes de las películas de Fred y yo les hice una demostración del «moonwalk» y de otros pasos que les interesaron realmente.

Poco después, Gene Kelly vino a verme y también dijo que le gustaba mi manera de bailar. Aquel espectáculo fue una experiencia fantástica, porque me daba la impresión de que me había permitido entrar en una especie de cofradía informal de bailarines y yo me sentía muy honrado porque éstas eran las personas a las que yo más admiraba del mundo.

Después de Motown 25, mi familia leyó muchos comentarios en los periódicos, que si yo era el «nuevo Sinatra» y «tan excitante como Elvis» y cosas así. Era muy agradable oírlas, pero yo sabía lo voluble que es la Prensa. Una semana te adoran y a la siguiente te tratan como basura.

Después, regalé a Sammy Davis la chaqueta negra que llevaba en Motown 25. Dijo que iba a hacer una imitación mía y yo le dije:

-¿Quieres esto? -Se puso muy contento. Yo aprecio mucho a Sammy. Es una persona excelente y un verdadero showman. Uno de los mejores.

Antes de «Thriller», hacía años que yo llevaba un solo guante. Me parecía que un guante resultaba interesante. Lo de un guante en cada mano era muy vulgar; un guante solo, por el contrario, era diferente y te daba carácter. Pero hace mucho tiempo que creo que pensar mucho en el aspecto es una de las peores equivocaciones que puedas cometer, porque un artista debería dejar que su estilo evolucionara de forma natural y espontánea. Estas cosas no se piensan: tienes que ir sintiéndolas.

En realidad, yo llevaba un guante desde hacía mucho tiempo, pero esto no llamó la atención hasta que, de repente, en 1983, con «Thriller», hizo impacto. Yo lo llevaba en algunas de las viejas giras de los años setenta, y utilicé un guante en la gira de Off The Wall, y en la carátula del álbum en directo que salió después.

Ese guante solo es muy teatral. Me encanta. Una vez, por casualidad, en la ceremonia de entrega de los premios de la Música Americana, que coincidía con el aniversario del nacimiento de Martin Luther King Jr., yo llevaba un guante negro. Es curioso cómo ocurren las cosas a veces.

Reconozco que me encanta poner de moda algo, pero nunca pensé que los calcetines blancos llegaran a causar furor. No hacía tanto tiempo, llevar calcetines blancos se consideraba cursi. En los años cincuenta estaba de moda, pero en los sesenta y los setenta no te los ponías ni que te mataran. Resultaba una cursilada pensarlo siquiera para la mayoría de la gente. Yo nunca dejé de llevarlos. Nunca. Mis hermanos se burlaban de mí, pero no me importaba. Mi hermano Jermaine se indignaba y decía a mi madre:

-Mamá, Michael lleva otra vez sus calcetines blancos. ¿No puedes hacer algo? Habla con él. -Él protestaba amargamente. Todos se meetían conmigo. Pero yo seguía con mis calcetines blancos y ahora ya vuelven a estar bien vistos. Los calcetines blancos deben de haberse impuesto sólo para fastidiar a Jermaine; me da risa pensarlo. Desde que salió «Thriller», hasta volvió a ser interesante llevar los pantalones por encima del tobillo.

Mi actitud es que si la moda dice que una cosa no va, yo me la pongo.
Cuando estoy en casa, no me gusta arreglarme. Me visto con lo primero que encuentro. A veces me paso el día en pijama. Me gustan las camisas de franela, los jerseys y los pantalones viejos; las cosas sencillas.

Para salir, me pongo ropa de más fantasía, pero en casa y en el estudio cualquier cosa me va. No llevo muchas joyas, para no decir ninguna. Generalmente me estorban. A veces la gente me regala joyas y yo las agradezco por su valor sentimental, pero las guardo por ahí. Algunas me las han robado. Jackie Gleason me regaló una sortija muy bonita. Se la quitó del dedo y me la dio. Me la robaron y la echo de menos, pero en realidad no me importa, porque el gesto supuso más que nada y eso no pueden robármelo. El anillo era sólo un objeto material.

Lo que realmente me hace feliz, lo que me gusta es actuar y crear. En realidad, las cosas materiales no me importan. A mí me gusta poner el alma en algo y que la gente lo acepte y lo aprecie. Es una sensación maravillosa.

Por esta razón me gusta la pintura. Soy un gran admirador de Miguel Ángel y de la forma en que él ponía el alma en su trabajo. Él sabía que tenía que morir, pero que lo que él hacía perviviría. Uno se da cuenta de que pintó el techo de la Capilla Sixtina con toda su alma. En un momento dado, lo destruyó y volvió a hacerlo porque quería que fuera perfecto. «Si el vino se agria hay que tirarlo», decía.

Yo puedo mirar un cuadro y perderme en él. Hay pinturas que, por su expresividad y su fuerza dramática, te absorben. Te hacen vibrar. Puedes darte cuenta de lo que sentía el pintor. Lo mismo me ocurre con la fotografía. Una fotografía expresiva y fuerte dice más que un libro.

Como he dicho antes, después de Motown 25, en mi vida cambiaron muchas cosas. Dicen que cuarenta y siete millones de personas vieron el programa y, al parecer, muchas de ellas después salieron a comprar «Thriller». En el otoño de 1983, se habían vendido ocho millones de ejemplares del álbum, eclipsando, con mucho, los cálculos de CBS para el sucesor de Off The Wall. En aquel momento, Frank Dileo dijo que deberíamos producir otro vídeo o película corta.

Todos teníamos muy claro que el siguiente single y vídeo tenía que ser «Thriller», una banda larga con mucho material para que un buen director se luciera. En cuanto se tomó la decisión, yo sabía quién quería que lo dirigiera. El año anterior había visto una película de terror llamada Un hombre lobo americano en Londres y sabía que el hombre que la había hecho, John Landis, era perfecto para «Thriller», ya que nuestra idea para el vídeo comprendía la misma clase de transformaciones que experimentaba su personaje.

Nos pusimos en contacto con John Landis y le pedimos que dirigiera. Él estuvo de acuerdo, presentó su presupuesto y nos pusimos a trabajar. Los detalles técnicos de esta película eran tan imponentes que John Branca, mi apoderado y uno de mis consejeros más estimados, no tardó en llamarme. John trabajaba conmigo desde los tiempo de Off the Wall: en realidad, incluso me ayudó desempeñando diferentes funciones cuando, después del lanzamiento de «Thriller», me quedé sin representante. Es una persona muy competente y con talento para todo. Lo cierto es que John se estaba asustando porque era evidente que el presupuesto original para el vídeo de «Thriller» ascendería a más del doble de lo previsto. El proyecto lo financiaba yo, de manera que si se pasaban de presupuesto, la diferencia tendría que salir de mi bolsillo.

Pero entonces a John se le ocurrió una gran idea. Propuso que hiciéramos otro vídeo, financiado por otros, sobre la realización del vídeo «Thriller». Parecía extraño que nadie hubiera hecho esto hasta entonces. Estábamos seguros de que sería un documental interesante y, al mismo tiempo, nos ayudaría a cubrir la diferencia. John no tardó mucho en arreglarlo todo. Consiguió que MTV y la Compañía Showtime de televisión por cable aportaran el capital, y Vestron lanzaría el vídeo una vez hubiera salido «Thriller».

El éxito de The Making of Thriller nos asombró a todos. Se vendieron un millón de ejemplares de la casette. Incluso ahora detenta el récord del vídeo musical más vendido de todos los tiempos.

La cinta de «Thriller» se terminó a finales de 1983. Lo lanzamos en febrero y fue estrenado en MTV. Epic distribuyó «Thriller» como sencillo y las ventas del álbum se dispararon. Según las estadísticas, la película «Thriller» y el lanzamiento del sencillo hicieron vender catorce millones de álbumes y casettes más en seis meses. En un momento dado de 1984, estábamos vendiendo un millón de discos a la semana.

Todavía estoy asombrado de esta reacción. Cuando, finalmente, un año después, dimos por terminada la campaña de «Thriller», se habían vendido treinta y dos millones de álbumes. Hoy las ventas son de cuarenta millones. Un sueño hecho realidad.

Durante este período, yo cambié de representantes. Mi contrato con Weismer y DeMann había expirado a principios de 1983. Ya no me representaba mi padre, y yo estaba considerando a varias personas. Un día en que había ido a visitar a Frank Dileo al Hotel Beverly Hills le pregunté si estaría dispuesto a dejar a Epic para encargarse de dirigir mi carrera. Frank me pidió que lo pensara un poco más y que, si estaba seguro, volviera a llamarle el viernes.

Y yo le llamé, desde luego.

El éxito de «Thriller» me impactó en 1984, cuando el álbum recibió un fantástico número de nominaciones para los premios de la Música Americana y Grammy. Recuerdo haber sentido una alegría desbordante. Iba por toda la casa gritando y bailando de alegría. Cuando el álbum fue proclamado el más vendido de todos los tiempos, no podía creerlo. Quincy Jones gritaba: «¡Destapad el champaña!» Estábamos todos como locos. ¡Qué sensación! ¡Haber trabajado tanto en algo, haber dado tanto y tener éxito! Todos los que habían intervenido en «Thriller» estaban como flotando en las nubes. Era maravilloso.

Yo imaginaba que algo parecido debe de sentir un corredor de fondo cuando corta la cinta de la meta. Me imaginaba a un atleta, corriendo con todas sus fuerzas. Por fin, llega a la meta y su pecho rompe la cinta y la multitud le aclama. ¡Y yo ni siquiera hago deporte!

Pero me identifico con esta persona porque sé lo que ha tenido que trabajar para entrenarse y sé lo mucho que ese momento significa para él. Tal vez toda la vida persiguiendo este objetivo, y entonces lo consigue. Es la realización de un sueño. Es algo muy fuerte. Yo sé lo que se siente en ese momento.

Uno de los efectos de la época de «Thriller» fue un cierto cansancio de estar constantemente a la vista del público. Decidí hacer una vida más tranquila y más íntima. Todavía sentía timidez por mi aspecto. Hay que recordar que yo fui una estrella infantil y había crecido a la vista del público, y al público no le gusta que te hagas mayor, que cambies. Cuando empecé a darme a conocer, yo tenía mucha grasa infantil y la cara redonda. Los mofletes persistieron hasta hace unos años, hasta que cambié de régimen alimenticio, dejé de comer buey, pollo, cerdo y pescado y cosas que engordan. Yo sólo quería tener mejor aspecto, vivir mejor y estar más sano. Poco a poco, a medida que iba adelgazando, mi cara adquirió su aspecto actual, y los periódicos empezaron a decir que me había hecho más operaciones de estética que las de la nariz que yo reconocía, como se las han hecho tantos otros cantantes y artistas de cine. Sacaban una foto de cuando tenía doce años o de cuando iba al Instituto y la comparaban con una foto reciente. En la foto antigua, tenía la cara redonda, llevaba peinado afro y la luz era mala. La nueva foto mostraba una cara más hecha y más madura, otro peinado y la nariz retocada. Además, en las fotos recientes la iluminación es excelente. En realidad, estas comparaciones no son justas. Dicen que me he operado los huesos de la cara. Me parece extraño e injusto que la gente saque estas conclusiones.

Judy Garland, Jean Harlow y otras muchas personas se han operado la nariz. Mi problema es que la gente estaba acostumbrada a verme de niño con aspecto diferente.

Me gustaría poner las cosas en su sitio. No me he operado las mejillas ni los ojos. No me he retocado los labios ni me he sometido a una dermoabrasión ni a un peeling. Estas afirmaciones son ridículas. Si fueran ciertas lo diría, pero no lo son. Me he operado la nariz dos veces y últimamente me he puesto un hoyo en la barbilla. Nada más. No importa lo que digan; es mi cara y lo sé muy bien.

Ahora soy vegetariano y estoy mucho más delgado. Hace anos que sigo una dieta muy estricta. Me encuentro mejor que nunca, más sano y con más energía No comprendo por qué les interesa tanto mi aspecto a los periódicos. ¿Qué tiene que ver mi cara con mi música o mi baile?

El otro día un hombre me preguntó si era feliz. Le contesté:

-No creo que haya sido nunca totalmente feliz. Soy una de las personas más difíciles de contentar, pero, al mismo tiempo, me doy cuenta de lo mucho que tengo que agradecer y doy gracias por mi buena salud y por el amor de mi familia y de mis amigos.

También me cohibo con facilidad. La noche en que gané seis premios de Música Americana los recogí con los lentes de sol y así salí en el telediario. Katharine Hepburn me llamó por teléfono para felicitarme, pero me recriminó por lo de las gafas.

-Tus fans quieren verte los ojos y tú las defraudas -me reprendió.
Al mes siguiente, en febrero de 1984, en el festival de los premios Grammy, «Thriller» había recibido ya siete premios y parecía que iba a conseguir también el octavo. Yo había ido al escenario una y otra vez a recoger los premios, con mis gafas puestas. Finalmente, cuando «Thriller» fue proclamado Mejor Álbum, subí a recoger el premio, me quité las gafas, miré a la cámara y dije:

-Katharine Hepburn, por ti. -Yo sabía que ella estaría viéndome. Y así era.

Extraído del libro autobiográfico "Moonwalk".

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Sergio Guadarrama Fragoso. Copyright © 2008 [Michael Jackson en México]. Reservados todos los derechos.
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